Abrazos para Verónica (o veinte años sin Rodrigo)
Pregunto al chofer de un bus Transantiago dónde está la calle Veteranos del 79. Vengo desde Machalí y voy atrasada al homenaje que varias agrupaciones harán a Rodrigo Rojas De Negri, el fotógrafo de 19 años que fue quemado en 1986 junto a Carmen Gloria Quintana Por la mañana, antes de venirme, he leído un texto que escribí en julio de ese año: “Carta a Rodrigo Rojas De Negri” dice la hoja café escrita a mano con mi letra pequeña de entonces. Al leerla he recordado que fui a su funeral, o más bien, que intenté llegar a su funeral. Es una imagen vaga la que conservo: gases lacrimógenos, el carro mortuorio arrancando a gran velocidad, gente disgregándose por una calle del centro poniente de Santiago.
“No sé”, responde el conductor que esta mañana de domingo transita lentamente por Avenida General Velásquez. En ese momento recuerdo que una buena parte de los choferes del Transantiago recorren la ciudad a tientas: saben manejar, pero no saben por dónde manejan Este conductor, por ejemplo, desconoce las calles del barrio Estación Central, pero se sabe de memoria las de Vitacura. Le cuento que durante cuatro años viví en Avenida Padre Hurtado esquina de Vitacura. Ahí mismo yo daba la vuelta, me cuenta el chofer. No le digo que en esa esquina un colega suyo mató a mi abuelo hace trece años.
Con la imagen de mi abuelo en la cabeza sigo avanzando por General Velásquez y aún no aparece ningún letrero que señale la calle Veteranos del 79. Volker, mi guía, dijo claramente: dos cuadras después del Hogar de Cristo. A pocos metros veo una bandera roja. Aquí debe ser, digo al chofer y me despido. Al fondo del pasaje Hernán Yungue veo el escenario y una enorme fotografía de Rodrigo Rojas De Negri; más tarde me enteraré que la imagen corresponde a un autorretrato.
Hace calor en Santiago, más de 25 grados, calculo, y unas 150 personas nos hemos reunido para recordar a Rodrigo. Un grupo de brigadistas pinta un mural; en el murallón opuesto han estampado una secuencia del rostro de Rodrigo y un cartel que encierra un deseo: “Calle Rodrigo Rojas De Negri”, dice el cartel.
Veo a algunos integrantes de la desaparecida Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI). Veo, por ejemplo a Luis Navarro, notable fotógrafo que trabajó para la revista Solidaridad y tomó las primeras imágenes de los cuerpos enterrados en los Hornos de Lonquén. Varias personas irán subiendo al escenario durante estas tres horas. Es una peregrinación ecuménica: un sacerdote jesuita reza el Padre Nuestro; el dúo Schwenke y Nilo canta sus composiciones de los años 80 y ofrece una canción de su nuevo repertorio; el abogado y concejal Hugo Gutiérrez habla de la memoria; Paco, de la coordinadora Territorial Poniente 8, relata la lucha que están dando los vecinos de las poblaciones Los Nogales, La Palma y Santiago, contra el MOP y la Autopista Central. La bailarina Victoria Herrera muestra una coreografía, el cantante Víctor Hugo Bustos entrega una versión del Poema 6 de Neruda; y una decena de fotógrafos alza sus cámaras en homenaje a Rodrigo.
Bajo el escenario también hay actividad: un niño chutea una botella de plástico y un hombre ofrece El Siglo. No lo vocea, sólo muestra la contraportada que lleva la foto de Rodrigo y un texto de su tío, el periodista Claudio De Negri. Otro niño juega con un pedazo de madera y lo rasguea como si fuera una guitarra. También veo abrazos de reencuentro. La más abrazada de esta mañana es una mujer vestida de negro y calipso, que cubre su cabeza con una boina negra. Quién es, pregunto a Volker, intrigada por la cantidad de abrazos que va acumulando. Me entero que es Verónica De Negri, la madre de Rodrigo.
No había visto su rostro desde hace veinte años.
Sobre el escenario continúa la peregrinación. Ahora es el turno de los padres de Carmen Gloria Quintana, quien no ha podido venir porque está en su octavo mes de embarazo. El marido secunda silenciosamente a su esposa. Ella lee el mensaje que ha enviado Carmen Gloria desde Viña del Mar. Apunto algunas frases del texto: “Reclamo justicia para todos nosotros”. “Nuestro sacrifico exige respeto”. “ Volvería a salir a la calle”.
Verónica De Negri abraza a los padres de Carmen Gloria y otros la siguen abrazando a ella. Entre uno y otro abrazo, toma fotos del mural. Y también toma la palabra. Habla de los médicos de la Posta Central (aún sin identificar) que colapsaron el pulmón de su hijo. De los 33 militares involucrados en el atentado. De un diario de vida que Rodrigo empezó a escribir después del golpe militar. De la creación de un museo de la memoria donde podremos conocer ese diario de vida escrito por un niño estremecido.
Hay más abrazos para Verónica; hasta yo quiero abrazarla.. Me cuelo entre un grupo de muchachos que la está entrevistando; le explico que en julio de 1986 escribí una carta para su hijo muerto y que me gustaría enviársela. Anoto su correo electrónico.
Antes de partir al terminal de buses veo a un trío que está rapeando para ella. Veo los ojos de Verónica, los veo agrandados, atentos. Me gustaría saber qué dice el rap, pero no me detengo a escucharlo. Pienso que aunque estemos en la calle, se trata de un recital privado. Que este es un asunto entre raperos y una madre que extraña tanto a su hijo.
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