Mirilla
Monday, July 31, 2006
Vuelven, los secundarios vuelven
Vuelven. Dicen que vuelven. Lo anuncia por radio Claudio González, vocero de los secundarios de Concepción.
Vuelven a la calle. No están contentos. Lo dicen en su fotolog (www.cerometraje.blogspot.com):
Marcha!!! 2 de agosto. Lo dicen con letra de muralla, con letra de rayado con brocha gorda. Y abajo de esta convocatoria dicen:
Contra la persecución el estudiante movilizado
No al Consejo Asesor Presidencial
No a los parches del gobierno
Marcha y fiesta anuncian los secundarios de Concepción. Marcha, en la esquina de las calles Carreras con Paicavi, a las 12.30. Primer Festival del Pingüino en el Parque Ecuador, a las 13.45.
Los 73 hablantes del Consejo Asesor Presidencial de Educación están silenciosos. Hace pocos días leí que algunos no asisten a las sesiones de trabajo. Los estudiantes están de vuelta para apurarlos.
A pesar de mis dificultades para caminar, fui tomando fotografías en las murallas de algunos liceos durantes las movilizaciones de mayo de 2006. Vi hojas arrancadas de los cuadernos y pegadas en paredes y rejas.
Vi y leí las proclamas de los estudiantes del Liceo de Aplicación.
Wednesday, July 26, 2006
119 Chilenos en la Alameda
El suelo empedrado de la calle Londres va acogiendo esta mañana las esculturas de color sepia, que recuerdan a cada uno de los 119 chilenos que fueron detenidos, asesinados y desaparecidos entre 1974 y 1975, y cuyos nombres aparecerían en una nómina publicada el 28 de julio de 1975. Los periódicos “Lea”, de Argentina y “Novo O Dia”, de Brasil, sólo fueron creados para esta acción de inteligencia, conocida como Operación Colombo, un burdo montaje que establecía que los 119 habían sido asesinados por sus compañeros de partido
Este sábado 22 de julio las esculturas humanas copan la entrada de la calle Londres y parte de un murallón blanco de la Iglesia San Francisco. Camino entre las figuras de estos 100 hombres y 19 mujeres. Estoy buscando un nombre preciso: Teobaldo Tello, fotógrafo y ex funcionario de la Policía de Investigaciones. Desconocía su historia, hasta que Osvaldo Ahumada, compañero de Teobaldo en Investigaciones, me habló –en mayo o junio de 204, de su amigo. Por eso hoy busco su nombre y pienso en Osvaldo, un ex prisionero político y cuentista talentoso que jamás ha olvidado a Teobaldo.
Ahora busco el rostro del arquitecto Francisco Aedo Carrasco. Mis amigos que estuvieron presos en el campo de concentración de Chacabuco me han hablado de este hombre de 63 años que después de recuperar su libertad, fue detenido por agentes de la Dina, en septiembre de 1974. Francisco, junto con Adam Policzer y mi amigo Juan Sáez (ambos residentes en Canadá), fueron uno de los tantos chacabucanos que registraron en sus dibujos y acuarelas, los días y noches de los cientos de chilenos detenidos en la ex oficina salitrera.
Es mediodía en la calle Londres y el escenario ha sido ubicado a un costado de la casona asignada con el número 38. Casi todos los que aquí son recordados, pasaron por este centro de tortura de la Dina. Hay poca gente. Tal vez es el frío; tal vez es la porfiada desmemoria. No lo sé.
Varios extranjeros que salen de los hostales del barrio recorren los puestos que diversas organizaciones han instalado a lo largo de la calle. Algunos expositores aún no llegan y otros se apresuran en ordenar libros, discos, boletines, artesanías, alimentos, fotografías y documentos, que vienen a mostrar a esta pequeña feria de la memoria.
Recorro la feria.
Hablo con Elena Cerón, del Galpón, un centro artesanal ubicado en la Alameda, cerca de la calle Tucapel Jiménez. Detengo la vista en las pequeñas arpilleras creadas por Elena. Inmediatamente pienso en las arpilleristas que surgieron a mediados de la década del 70, en distintas poblaciones de Santiago. Las arpilleristas de Lo Hermida o Huamachuco, alentadas por trabajadores de la Vicaría de la Solidaridad, se transformaron en cronistas de su época. Sus tapices transportaban noticias, algunas veces, noticias trágicas, como los allanamientos masivos que hacían los carabineros en la madrugada, o las incursiones de los militares en los días de protesta. Las arpilleras de Elena son delicadas; están hechas con paño lency de colores brillantes, luminosos.
Elena es una cronista portadora de noticias buenas.
Del Galpón también han venido los dueños de La Ruca, proveedores de gastronomía mapuches. Pruebo los catutos (pequeñas panes de trigo cocido) y varias sopaipillas. También pruebo el pebre con merkén.
Ida y vuelta
Como la feria es pequeña voy y vengo por la calle Londres. Veo a la psiquiatra Laura Moya en el sitio que ha levantado el Colectivo José Domingo Cañas, otro centro de detención y tortura. Laura es tía de Lumi Videla y tía abuela de Dago Pérez Videla. Veo a Laura y pienso en mi infancia en la calle La Tranquera; en el año 1976 o 1977, cuando un vecino nuevo apareció en el edificio de al lado; un niño llamado Dago, que vivía con su abuela y su bisabuela. Con el tiempo, el niño se convertiría en el nieto postizo de mi abuelo, en visitante de nuestra mesa. Tatara-tatara-abuelo lo llamaba. Recuerdo a Dago gateando por unas planchas metálicas para cruzar desde su patio hasta el mío. El departamento que ocupaban Dago y sus abuelas hoy es la sede del Colectivo.
Nuevamente llego hasta la esquina de Londres con la Alameda. Han empezado a circular personas entre las esculturas. Hay un efecto visual en esta nueva escena: la gente camina y ellos (los 119) también parecen circular por la calle empedrada.
Se han ido sumando puestos como el de la Unión General de Estudiantes Palestinos (http://www.ugep.cl/), la Comisión Funa (www.funachile.cl) y la Coordinadora Memoria Feminista. Ellas han colgado pequeños lienzos con los nombres de mujeres asesinadas por sus parejas o parientes, en el último año. Leo los nombres de María Allende, Elba Romero, Virginia Soto, Marcela Gómez, Laura Basualto. También leo el nombre de Elisabeth Tolosa, una muchacha de Machalí. Es extraño. Hace tres meses vivo en Machalí y aún nadie me habla de este crimen tan manoseado por los medios de comunicación. En Machalí no se toca el tema.
También han llegado los integrantes del Sindicato de Cantores Urbanos. Son los hombres y mujeres que suben a las micros de Santiago a cantar. Recuerdo que un grupo de ellos apareció por la casa de Michelle Bachelet, no sé si antes o después del traspaso de mando, pero vi la escena por televisión. El Transantiago los estaba dejando abajo de las micros, reclamaban los cantores. Hoy día, un afiche informa que han participado en un catastro regional de artistas de la locomoción colectiva. ¿Y ahora qué viene?, pregunto a una mujer que porta una guitarra en la espalda y ordena unos trozos de queque en una bandeja. Me deriva a un dirigente. Ahora viene un “casting”, dice el hombre adoptando un lenguaje “fashion” que no deja de asombrarme. ¿Una selección? ¿Y después qué?, insisto. Ahí van a elegir a los mejores y los van a mandar a distintas partes... pero esta semana tenemos una reunión, me cuenta otro cantante que no parece saber mucho cuál será su destino laboral en la era Transantiago.
Los muchachos del Centro de Investigación Escénica AKI (http://www.fotolog.com/okupa_aki) despliegan su lienzo en una esquina. Son okupas que desde noviembre de 2005 se han instalado en República 550, una casona que estuvo bajo la tutela de la CNI. Los okupas están acusados por el Ministerio de la Vivienda (dueño de la propiedad) de “usurpación violenta”. El asunto está en tribunales. Ahora enfrentan un nuevo juicio y el demandante (el Estado a través del Serviu) ha pedido el “desalojo urgente”. Mientras, ellos siguen inscribiendo alumnos para los talleres de yoga, dramaturgia, iluminación teatral, mapudungun, ajedrez o electricidad.
En el puesto de la nueva editorial Quimantú (www.quimantu.cl) tomo la revista “Perro muerto” (www.revistaperromuerto.cl) y la separata “Ladridos con Eco”; del mesón del Partido Comunista Chileno (Acción Proletaria) recojo los números 7 y 8 del periódico “El Remolino Popular”. También tomo del suelo tres ejemplares de la revista “Abya Yala” (“Tierra en plena madurez”), editado por el Movimiento por el Poder Popular.
Ninguno de estos periódicos o revistas es vendido a precio fijo; el precio lo fija el lector.
Un retrato de Teobaldo
En el puesto del Colectivo 119 veo el CD que contiene el fallo definitivo del caso de los 119, emitido por el Tribunal de Ética y Disciplina del Colegio de Periodistas de Chile. Recuerdo que en ese fallo está el nombre de dos mujeres periodistas que participaron en el montaje informativo diseñado por los diarios El Mercurio y la Segunda. Una de ellas está acusada de ser la autora de aquel temible titular de La Segunda: “Exterminan como ratas a miristas”. A ambas las conocí hace cinco años, cuando reporteaba temas de teatro para El Mercurio. Estábamos en el mismo piso. Una se sentaba casi al frente de la sección donde yo trabajaba, y escribía la crónica roja. La otra, unos pasos más allá, redactaba artículos para la sección política. Sentí escalofríos cuando leí sus nombres en el fallo publicado en marzo de este año.
Estas periodistas siguen escribiendo y firmando sus notas, a pesar de la condena ética de sus pares.
Camino nuevamente hacia la Alameda; camino sobre los pasos blancos que ha pintado un grupo de muralistas. No comprendo bien el diseño, pero me hace evocar el juego del luche. Los pasos conducen hacia el portón de Londres 38.
En Londres con la Alameda las esculturas siguen ahí, con el reverso pintado de negro y con un número rojo estampado en cada espalda. Hace frío en Santiago. Antes de partir, camino entre las esculturas y repaso cada nombre de estos 119 chilenos. Me detengo nuevamente en la figura de Teobaldo Tello; en su mano cuelga una cámara fotográfica, en la mía también. Mi última foto es para el fotógrafo Tello, el amigo de mi amigo Osvaldo.
Friday, July 21, 2006
Postal rural
Fecha: un sábado de junio de 2006
Lugar: pie demonte, Machalí, sexta región de Chile
Tipo de vivienda social: caseta sanitaria
Valor del terreno: 80 millones de pesos
Tipo de suelo: greda y vega
Proyección oficial: construcción ampliable
Observación: como estamos en el campo, trato de imaginar un jardín, un parrón cargado de uva, un gallinero.
No los veo
Tuesday, July 18, 2006
¿Quién responde por las casetas de Machalí?
Han pasado doce días desde que saltaron las primeras imágenes de televisión que mostraban la existencia de viviendas sociales de 12 metros cuadrados en Malloa y de 9 metros en Machalí. Durante esos días supimos que los vecinos del Comité El Álamo de Machalí habían demorado doce años en este proceso. Que habían pagado 80 millones de pesos por un terreno gredoso y aguado. Que nadie los había asesorado en el Ministerio de la Vivienda y Urbanismo.
Las imágenes de Machalí y Malloa han desaparecido de la televisión y de las páginas de los diarios nacionales y regionales. Pero han surgido nuevas denuncias en la sexta región, como las que vi en el noticiario de Canal 13. Se trata de viviendas emplazadas en la población San Miguel de Nancagua. Allí el problema no es el tamaño, sino el abandono de la obra: las familias obtuvieron un subsidio del Estado chileno hace siete años y sus casas aún no están terminadas. No tienen energía eléctrica ni tampoco alcantarillado. A cambio, han debido “colgarse” a las redes públicas de electricidad y es probable que hayan excavado pozos negros.
Para los que no saben, el pozo negro es un hoyo en el suelo que reemplaza al servicio higiénico urbano, donde un cajón de madera sirve de asiento para defecar y orinar. Para guardar la privacidad, el hoyo es cubierto por una caseta de madera, generalmente de 1.5 por 1.5 metros. Cada cierto tiempo los pozos negros son sellados por sus usuarios. Aparece uno nuevo y otro y otro, y la vivienda se va rodeando de un material orgánico de lenta absorción que debilita el suelo.
Así, sin luz y sin alcantarillado, intentan vivir estas veinte familias de Nancagua. La ministra de Vivienda y Urbanismo, Patricia Poblete, moderó su lenguaje para tratar el tema. La oí decir en canal 13: “Hubo un exceso de traspasar responsabilidad a las familias para que ellas decidieran qué terrenos se compraban, dónde se los compraban, qué construían y cómo lo construían, de manera de hacerlos más responsables”.
Vaya. Hace algunos días su discurso era muy distinto para referirse a los vecinos de Malloa y de Machalí. Hace doce días atribuía la responsabilidad a los postulantes al subsidio, los acusaba de montaje, y los llamaba a hacerse cargo del tipo de vivienda por la que habían optado. Para Nancagua anunció que encargó auditoría que determinará por qué la constructora abandonó la obra. Para Malloa y Machalí, en cambio, no anunció la misma medida.
¿En qué se diferencian los ciudadanos que habitan una misma región e Chile, y que son víctimas de una errática política habitacional?
Segunda caminata por tierra de greda
El tema de las casetas sanitarias desapareció de la pauta de los medios, pero las construcciones siguen aquí, frente a los ojos de quienes habitamos el pueblo de Machalí. Por eso con Julio Peña, panelista de la radio Promaucaes, la emisora comunitaria de propiedad del centro juvenil que lleva el mismo nombre, emprendemos una segunda caminata por los terrenos de greda y agua donde han sido emplazadas las casetas.
Esta vez hemos invitado al arquitecto Gustavo Vivanco para que nos entregue una visión técnica. Cruzamos por las villas Salvador Allende, Nuevo Horizonte, Cordillera y La Vinilla. La caminata es lenta: Julio, que tiene 21 años, es un vecino muy conocido, saludado y respetado. En la caminata nos encontramos con Nicolás, un niño de doce años que conduce junto a su amigo Ignacio el programa Fórmula CIP de la radio Promaucaes.
Nicolás se suma a la visita.
A una semana de nuestra primera caminata tenemos nueva información sobre la calidad técnica de las casetas de 9 metros cuadrados. Nos cuentan que las fundaciones que se hicieron para levantar los muros no cumplen con la condición mínima estructural; es decir, que no hay 60 o más centímetros de profundidad. También nos enteramos que hay sectores del terreno (que es de greda y vegas) donde no se destroncó completamente, por lo tanto las raíces de los espinos buscarán muy pronto por dónde emerger.
Y hay más: algunos pilares de las casetas presentan deficiencias de relleno En lenguaje de la construcción esos pilares están llenos de “nidos”. Pudimos observar los “nidos” y ver cómo los fierros de la estructura del pilar ya dan sus primeras señales de óxido.
Nos informan que los radier de las casetas tampoco cumplen con la medida estándar y que se están resquebrajando. No tendrían más de 3 centímetros de espesor. Nos relatan que hay algunas casetas que están desaplomadas; en lenguaje común, eso significa que están inclinadas. Sólo hay que mirar la número 57, ubicada junto a un maitén, en el sector más aguado del terreno. La inclinación es evidente, según constata el arquitecto invitado a la caminata. “En este caso existe peligro de desplazamiento o de derrumbe”, explica Gustavo Vivanco.
Eso si no se hunde antes, porque la caseta 57 fue levantada en una vega. El terreno es tan acuoso que alrededor de este grupo de construcciones pudimos ver yerbas, tréboles y macizas matas de calas que emergen de las pozas.
En el caso de Nancagua denunciado esta semana por “Reporteros” de Canal 13, la ministra Patricia Poblete ha encargado una auditoría para establecer por qué el dueño de la constructora recibió el 85 por ciento del pago, si sólo levantó el 45 por ciento de las viviendas. ¿Por qué no se sigue el mismo conducto para las casetas sanitarias de Machalí, que exhiben graves fallas técnicas? Como no se ha hablado de demolición, sino de un subsidio complementario, ¿no es posible que esa auditoría se realice antes de que las familias del Comité El Álamo las ocupen?
¿O habrá que esperar que un desplazamiento de barro sepulte las casetas?
Nadie en Machalí quiere ser testigo de esa escena. Supongo que la ministra Patricia Poblete tampoco quiere asistir a una tragedia.
Wednesday, July 12, 2006
Casetas sanitarias en Machalí: Nueve metros en tierra de greda
La gente es responsable de lo que le está ocurriendo, ha dicho la ministra de vivienda Patricia Poblete. Lo dijo el viernes 7 de julio en el programa Medianoche de TVN, después de que explotara el tema de las “casas” de 12 y 9 metros cuadrados construidas en Malloa y Machalí. Y lo repitió en una entrevista al diario El Mercurio el domingo 9.
Es interesante observar cómo el Estado, a través de la principal funcionaria del Ministerio de Vivienda y Urbnismo, endosa la responsabilidad a ciudadanos de extrema pobreza (“gente sencilla” como le escuché decir hoy miércoles en Canal 13) que no tienen la formación para entender un contrato abultado de tecnicismos. No lo digo yo, lo dijo el domingo 9 el concejal de Machalí, José Miguel Urrutia en la radio Promaucaes, la emisora local de la comuna. Durante la emisión del programa “La revista semanal”, le pregunté qué características tenían los vecinos del Comité de Vivienda Los Álamos. Sin dar nombres, explicó que entre los postulantes había vecinos que no tenían instrucción básica.
Lo mismo me diría mi amigo Óscar Acevedo cuando me lo encontré en el bus de regreso a mi casa: “Es gente iletrada”, dijo Óscar en defensa de los que próximamente se convertirán en sus vecinos. Y Óscar sabe de luchas contra el Serviu: lleva dos años representando a un grupo de 33 familias que postularon a una vivienda básica y que ahora tienen una deuda con un banco privado
En estos días no sólo me preocupan los dichos de la ministra Poblete. Acá, en Machalí, algunas personas se han contagiado del discurso oficial. El domingo y los siguientes días he escuchado varias veces la frase “la gente sabía”. Cada vez que oí este argumento comenté lo que me había dicho mi amigo Óscar (“es gente iletrada”) y les recordé que los asesores técnicos del ministerio están obligados a orientar a las personas que postulan a una casa social. Y que si no lo hacen ellos, lo deben hacer los funcionarios municipales, entre ellos el director de obras que otorga los permisos de edificación, y el alcalde en su condición de representante elegido por votación popular. .
¿O es acaso razonable que se haya visado la compra de un terreno impropio para edificar viviendas? Las construcciones de 9 metros cuadrados de Machalí fueron levantadas en terrenos de greda y de vegas, o sea en terrenos blandos. Todo lo que se ha edificado ahí, a pie de monte, corre el peligro de desmoronarse.
¿O es acaso razonable que las calles de la nueva villa no tengan las pendientes necesarias para que escurran las aguas-lluvia? ¿O que las soleras sean discontinuas hasta que se confunden con la calzada? ¿O que los frontis de las construcciones no midan lo mismo? ¿O que existan pilares que sobresalen del radier? ¿O que no haya un sistema de vigilancia que impida los robos de los artefactos y de las cañerías? Esto no lo vi en los planos ni me lo contaron mi amigos machalinos. El sábado 8 lo comprobé junto a Julio Peña, un vecino de la población Salvador Allende de Machalí. Recorrimos los terrenos gredosos, medimos las construcciones, comprobamos los robos.
El lenguaje de la ministra
La ministra Patricia Poblete no sólo ha endosado la responsabilidad y acusado de montaje a los vecinos de Malloa y Machalí. Es interesante escuchar cómo se refiere a ciudadanos chilenos que se sienten defraudados por las políticas de vivienda del Estado. “Esta gente obtuvo su subsidio el 2001, ese programa se está extinguiendo y quedan alrededor de 1.700 casetas en el país que están ejecutándose”, declaró al diario El Mercurio el domingo 9 de julio:
Los integrantes del Comité Los Álamos, creado hace doce años en la comuna de Machalí, no tienen nombre para la ministra Poblete. Los dirigentes Julio Reynoso, Karen Correa y Liria Espinoza son, en el lenguaje ministerial, “esta gente”. Así, en tono neutro, impersonal, despectivo. Hoy miércoles cambió el discurso y los llamó “gente sencilla”. Esa nominación no arregla las cosas. Me recuerda a las organizaciones de caridad; a las damas benefactoras que tienen tanta dificultad para pronunciar la palabra pobre.
Y hay más asuntos de lenguaje en el caso de Malloa y Machalí. A mitad de la semana pasada, cuando los medios de comunicación dieron las primeras imágenes de estas sub- soluciones habitacionales, las autoridades del ministerio aún hablaban de viviendas. Pero hacia el día domingo la ministra aclaraba (y seguramente se aclaraba a sí misma) que éstas no eran casas, sino casetas sanitarias. Dijo al diario El Mercurio: “...Si este programa no entrega viviendas sino casetas sanitarias”.
Todos los que éramos muchachos y adultos en la década del 80 sabemos qué representa una caseta sanitaria. Las daba Pinochet a las familias que carecían de infraestructura sanitaria básica; las instalaban en sitios donde había una vivienda de autoconstrucción, habitualmente de madera, o en terrenos donde aún no se edificaba una casa. La caseta era un módulo de albañilería de ladrillo, destinado a los servicios higiénicos (unWC, un lavamanos y una ducha) y a la preparación de alimentos (un lavaplatos conectado al agua potable y al alcantarillado) Generalmente, eran emplazadas en los frontis de los sitios. Ya en esa época se trataba de una política de vivienda indigna para las familias pobres: no era una solución integral, sino fraccionada.
“Las personas tenían tan pocas proyecciones, que esta estructura rígida terminaba siendo un anexo de una serie de construcciones que se levantaban hacia el fondo de los sitios. Muchas familias las desmantelaban, sacaban los artefactos, las puertas y los techos para venderlos. Cuando estaba en la universidad me tocó verlo en las poblaciones Huamachuco I y II, mientras hacía la práctica profesional en la comuna de Renca. También lo vi en La Granja, en el sector de Avenida Trinidad, y en Lo Errázuriz”.
El testimonio es de Gustavo Vivanco, arquitecto residente en Machalí. “Ahora nos dicen que se siguen entregando casetas sanitarias, pero las que yo conocí, al menos, tenían una puerta que separaba el baño de la cocina”.
Todos creíamos que la era Pinochet había terminado, pero las casetas de 9 metros cuadrados, levantadas a pie de monte en terrenos de greda y vega, son un ejemplo dramático de que la década de los 80 aún está aquí.
Abrazos para Verónica (o veinte años sin Rodrigo)
Foto Verónica San Juan
Pregunto al chofer de un bus Transantiago dónde está la calle Veteranos del 79. Vengo desde Machalí y voy atrasada al homenaje que varias agrupaciones harán a Rodrigo Rojas De Negri, el fotógrafo de 19 años que fue quemado en 1986 junto a Carmen Gloria Quintana Por la mañana, antes de venirme, he leído un texto que escribí en julio de ese año: “Carta a Rodrigo Rojas De Negri” dice la hoja café escrita a mano con mi letra pequeña de entonces. Al leerla he recordado que fui a su funeral, o más bien, que intenté llegar a su funeral. Es una imagen vaga la que conservo: gases lacrimógenos, el carro mortuorio arrancando a gran velocidad, gente disgregándose por una calle del centro poniente de Santiago.
“No sé”, responde el conductor que esta mañana de domingo transita lentamente por Avenida General Velásquez. En ese momento recuerdo que una buena parte de los choferes del Transantiago recorren la ciudad a tientas: saben manejar, pero no saben por dónde manejan Este conductor, por ejemplo, desconoce las calles del barrio Estación Central, pero se sabe de memoria las de Vitacura. Le cuento que durante cuatro años viví en Avenida Padre Hurtado esquina de Vitacura. Ahí mismo yo daba la vuelta, me cuenta el chofer. No le digo que en esa esquina un colega suyo mató a mi abuelo hace trece años.
Con la imagen de mi abuelo en la cabeza sigo avanzando por General Velásquez y aún no aparece ningún letrero que señale la calle Veteranos del 79. Volker, mi guía, dijo claramente: dos cuadras después del Hogar de Cristo. A pocos metros veo una bandera roja. Aquí debe ser, digo al chofer y me despido. Al fondo del pasaje Hernán Yungue veo el escenario y una enorme fotografía de Rodrigo Rojas De Negri; más tarde me enteraré que la imagen corresponde a un autorretrato.
Hace calor en Santiago, más de 25 grados, calculo, y unas 150 personas nos hemos reunido para recordar a Rodrigo. Un grupo de brigadistas pinta un mural; en el murallón opuesto han estampado una secuencia del rostro de Rodrigo y un cartel que encierra un deseo: “Calle Rodrigo Rojas De Negri”, dice el cartel.
Veo a algunos integrantes de la desaparecida Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI). Veo, por ejemplo a Luis Navarro, notable fotógrafo que trabajó para la revista Solidaridad y tomó las primeras imágenes de los cuerpos enterrados en los Hornos de Lonquén. Varias personas irán subiendo al escenario durante estas tres horas. Es una peregrinación ecuménica: un sacerdote jesuita reza el Padre Nuestro; el dúo Schwenke y Nilo canta sus composiciones de los años 80 y ofrece una canción de su nuevo repertorio; el abogado y concejal Hugo Gutiérrez habla de la memoria; Paco, de la coordinadora Territorial Poniente 8, relata la lucha que están dando los vecinos de las poblaciones Los Nogales, La Palma y Santiago, contra el MOP y la Autopista Central. La bailarina Victoria Herrera muestra una coreografía, el cantante Víctor Hugo Bustos entrega una versión del Poema 6 de Neruda; y una decena de fotógrafos alza sus cámaras en homenaje a Rodrigo.
Bajo el escenario también hay actividad: un niño chutea una botella de plástico y un hombre ofrece El Siglo. No lo vocea, sólo muestra la contraportada que lleva la foto de Rodrigo y un texto de su tío, el periodista Claudio De Negri. Otro niño juega con un pedazo de madera y lo rasguea como si fuera una guitarra. También veo abrazos de reencuentro. La más abrazada de esta mañana es una mujer vestida de negro y calipso, que cubre su cabeza con una boina negra. Quién es, pregunto a Volker, intrigada por la cantidad de abrazos que va acumulando. Me entero que es Verónica De Negri, la madre de Rodrigo.
No había visto su rostro desde hace veinte años.
Sobre el escenario continúa la peregrinación. Ahora es el turno de los padres de Carmen Gloria Quintana, quien no ha podido venir porque está en su octavo mes de embarazo. El marido secunda silenciosamente a su esposa. Ella lee el mensaje que ha enviado Carmen Gloria desde Viña del Mar. Apunto algunas frases del texto: “Reclamo justicia para todos nosotros”. “Nuestro sacrifico exige respeto”. “ Volvería a salir a la calle”.
Verónica De Negri abraza a los padres de Carmen Gloria y otros la siguen abrazando a ella. Entre uno y otro abrazo, toma fotos del mural. Y también toma la palabra. Habla de los médicos de la Posta Central (aún sin identificar) que colapsaron el pulmón de su hijo. De los 33 militares involucrados en el atentado. De un diario de vida que Rodrigo empezó a escribir después del golpe militar. De la creación de un museo de la memoria donde podremos conocer ese diario de vida escrito por un niño estremecido.
Hay más abrazos para Verónica; hasta yo quiero abrazarla.. Me cuelo entre un grupo de muchachos que la está entrevistando; le explico que en julio de 1986 escribí una carta para su hijo muerto y que me gustaría enviársela. Anoto su correo electrónico.
Antes de partir al terminal de buses veo a un trío que está rapeando para ella. Veo los ojos de Verónica, los veo agrandados, atentos. Me gustaría saber qué dice el rap, pero no me detengo a escucharlo. Pienso que aunque estemos en la calle, se trata de un recital privado. Que este es un asunto entre raperos y una madre que extraña tanto a su hijo.
Pregunto al chofer de un bus Transantiago dónde está la calle Veteranos del 79. Vengo desde Machalí y voy atrasada al homenaje que varias agrupaciones harán a Rodrigo Rojas De Negri, el fotógrafo de 19 años que fue quemado en 1986 junto a Carmen Gloria Quintana Por la mañana, antes de venirme, he leído un texto que escribí en julio de ese año: “Carta a Rodrigo Rojas De Negri” dice la hoja café escrita a mano con mi letra pequeña de entonces. Al leerla he recordado que fui a su funeral, o más bien, que intenté llegar a su funeral. Es una imagen vaga la que conservo: gases lacrimógenos, el carro mortuorio arrancando a gran velocidad, gente disgregándose por una calle del centro poniente de Santiago.
“No sé”, responde el conductor que esta mañana de domingo transita lentamente por Avenida General Velásquez. En ese momento recuerdo que una buena parte de los choferes del Transantiago recorren la ciudad a tientas: saben manejar, pero no saben por dónde manejan Este conductor, por ejemplo, desconoce las calles del barrio Estación Central, pero se sabe de memoria las de Vitacura. Le cuento que durante cuatro años viví en Avenida Padre Hurtado esquina de Vitacura. Ahí mismo yo daba la vuelta, me cuenta el chofer. No le digo que en esa esquina un colega suyo mató a mi abuelo hace trece años.
Con la imagen de mi abuelo en la cabeza sigo avanzando por General Velásquez y aún no aparece ningún letrero que señale la calle Veteranos del 79. Volker, mi guía, dijo claramente: dos cuadras después del Hogar de Cristo. A pocos metros veo una bandera roja. Aquí debe ser, digo al chofer y me despido. Al fondo del pasaje Hernán Yungue veo el escenario y una enorme fotografía de Rodrigo Rojas De Negri; más tarde me enteraré que la imagen corresponde a un autorretrato.
Hace calor en Santiago, más de 25 grados, calculo, y unas 150 personas nos hemos reunido para recordar a Rodrigo. Un grupo de brigadistas pinta un mural; en el murallón opuesto han estampado una secuencia del rostro de Rodrigo y un cartel que encierra un deseo: “Calle Rodrigo Rojas De Negri”, dice el cartel.
Veo a algunos integrantes de la desaparecida Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI). Veo, por ejemplo a Luis Navarro, notable fotógrafo que trabajó para la revista Solidaridad y tomó las primeras imágenes de los cuerpos enterrados en los Hornos de Lonquén. Varias personas irán subiendo al escenario durante estas tres horas. Es una peregrinación ecuménica: un sacerdote jesuita reza el Padre Nuestro; el dúo Schwenke y Nilo canta sus composiciones de los años 80 y ofrece una canción de su nuevo repertorio; el abogado y concejal Hugo Gutiérrez habla de la memoria; Paco, de la coordinadora Territorial Poniente 8, relata la lucha que están dando los vecinos de las poblaciones Los Nogales, La Palma y Santiago, contra el MOP y la Autopista Central. La bailarina Victoria Herrera muestra una coreografía, el cantante Víctor Hugo Bustos entrega una versión del Poema 6 de Neruda; y una decena de fotógrafos alza sus cámaras en homenaje a Rodrigo.
Bajo el escenario también hay actividad: un niño chutea una botella de plástico y un hombre ofrece El Siglo. No lo vocea, sólo muestra la contraportada que lleva la foto de Rodrigo y un texto de su tío, el periodista Claudio De Negri. Otro niño juega con un pedazo de madera y lo rasguea como si fuera una guitarra. También veo abrazos de reencuentro. La más abrazada de esta mañana es una mujer vestida de negro y calipso, que cubre su cabeza con una boina negra. Quién es, pregunto a Volker, intrigada por la cantidad de abrazos que va acumulando. Me entero que es Verónica De Negri, la madre de Rodrigo.
No había visto su rostro desde hace veinte años.
Sobre el escenario continúa la peregrinación. Ahora es el turno de los padres de Carmen Gloria Quintana, quien no ha podido venir porque está en su octavo mes de embarazo. El marido secunda silenciosamente a su esposa. Ella lee el mensaje que ha enviado Carmen Gloria desde Viña del Mar. Apunto algunas frases del texto: “Reclamo justicia para todos nosotros”. “Nuestro sacrifico exige respeto”. “ Volvería a salir a la calle”.
Verónica De Negri abraza a los padres de Carmen Gloria y otros la siguen abrazando a ella. Entre uno y otro abrazo, toma fotos del mural. Y también toma la palabra. Habla de los médicos de la Posta Central (aún sin identificar) que colapsaron el pulmón de su hijo. De los 33 militares involucrados en el atentado. De un diario de vida que Rodrigo empezó a escribir después del golpe militar. De la creación de un museo de la memoria donde podremos conocer ese diario de vida escrito por un niño estremecido.
Hay más abrazos para Verónica; hasta yo quiero abrazarla.. Me cuelo entre un grupo de muchachos que la está entrevistando; le explico que en julio de 1986 escribí una carta para su hijo muerto y que me gustaría enviársela. Anoto su correo electrónico.
Antes de partir al terminal de buses veo a un trío que está rapeando para ella. Veo los ojos de Verónica, los veo agrandados, atentos. Me gustaría saber qué dice el rap, pero no me detengo a escucharlo. Pienso que aunque estemos en la calle, se trata de un recital privado. Que este es un asunto entre raperos y una madre que extraña tanto a su hijo.
Tuesday, July 04, 2006
Tres millones de cobardes II (o Se cayó el tema)
Un periodista de LUN (para los que no saben LUN es la sigla del diario Las Últimas Noticias) me pide una entrevista por correo electrónico. Es cierto: he hecho una denuncia escrita ante el Consejo Nacional de Televisión para informar sobre el trato indigno que un animador de apellido Caprile ha dado a una mujer con depresión y con trastornos de la personalidad. Digo indigno, no inadecuado para que se entienda bien. La ha tratado de cobarde por sus once tentativas de suicidio. Es cierto: he escrito una columna acerca del tema que titulé “Tres millones de cobardes”. Es decir: ya dije lo que tenía que decir.
No respondo el correo porque no me interesa dar una entrevista, menos al diario de tres letras
Al día siguiente suena mi celular. Es el periodista-lun que ha conseguido mi número de teléfono. Qué afanado, pienso, mientras intento hacer un trámite en una notaría de Rancagua. Ya conozco las técnicas de persuasión para conseguir una entrevista; las he practicado alguna vez y las he escuchado de boca de periodistas ansiosos, por lo mismo me considero inmune.
Técnica de persuasión I: periodista-lun me cuenta que se ha enterado de mi denuncia ante el Consejo Nacional de Televisión. Lo supo por el colegio de psicólogos Es cierto: he informado al colegio; creo que es bueno que estén enterados de cómo algunos medios de comunicación tratan los temas de salud mental.
Que hablen ellos, sugiero al periodista. .
Técnica de persuasión II: Me quiere dejar en claro que es importante que la denunciante (yo) hable y que es un tema relevante para el público. Con algo de tedio, aplico mi técnica de contra-persuasión I. Le explico por segunda vez que ya hice lo que tenía que hacer, que no estoy interesada en la entrevista y que son otros los que deberían hablar. Y que si quiere mi opinión, puede leer la columna “Tres millones de cobardes”. Pero eso es letra muerta, sentencia el periodista. Es letra viva, replico a punto de perder la paciencia.
Compruebo nuevamente que mi interlocutor es obstinado. Hasta ahora he sido sutil, pero en este momento recurro a mi técnica de contra-persuasión II. Consiste en decirle que no puedo hablar con un periodista que trabaja para un diario que no respeto. Nada personal, me excuso.
Fin de la conversación.
Durante una semana leo los titulares de la sección para la que trabaja el periodista-lun, pero no encuentro nada relacionado con el tema que calificó como “relevante para el público”. Sí me entero de que el corredor Carlos de Gavardo está rematando sus pertenencias en una pizzería de Buin; que existen ratas paralíticas que han vuelto a caminar; que un chino ha vendido 114 litros de sangre en seis años, y que una machi que visita Santiago no puede dormir por el ruido de las micros.
En los días posteriores sigo educándome. Me informo que los seguidores del mundial de fútbol engordarán cuatro kilos; que existe una técnica denominada cardiostreptease destinada a infartar maridos desmotivados, y que en Curanilahue vive un leñador que ha ido a tres mil velorios.
El repertorio es variadísimo en los días siguientes: dulces de alga que mejoran el rendimiento escolar; reporteras argentinas que se especializan en fútbol y rugby; un enano vedetto también argentino que triunfa a pesar de su tamaño, una novia de 160 kilos atorada con su vestido.
El tema del animador, la mujer maltratada verbalmente por él y mi denuncia ante el Consejo Nacional de Televisión, no aparece por ninguna parte. Se cayó el tema, debe haber dicho el periodista a su editor. Qué bueno, pienso. No esallí -entre ratas paralíticas y técnicas de seducción- donde se puede reflexionar sobre la responsabilidad ética de un animador de televisión.